Thursday, June 12, 2008

95

Mi día había comenzado mucho antes de que el amanecer se viera a lo lejos de mi ventana. A cierta hora que no recuerdo, decidí darme el último baño y terminar de ordenar la habitación. La verdad es que no había dormido nada. Hace semanas que no lo hacía. No podía... estaba tan vacía la habitación que ya no parecía mía; y en efecto, así era.

Finalmente había llegado el día. ya toda mi vida estaba encerrada en par de maletas.

El día pasó inadvertido y al llegar la noche no quedaban ya muchas luces en la casa. Parecía muerta; las paredes estaban frías. También yo parecía muerto, con las manos más frías que nunca, inmerso en un lugar ajeno. Mañana sería todo distinto, pero no por eso mejor.

La luz de la vela era sólo un punto; ciertamente se acababa. Y se acababa lentamente, como todo. La tierra, mi tierra, se había salido completamente de su órbita y vagaba conmigo sin rumbo alguno. Me alejaba de pronto más y más del sol, que se había ido mucho antes de nuestro lado del océano. Y pensé entonces: No es la vida la que se apaga; hallé consuelo en la esperanza de confiar que alguien piadoso cuidará de mi ahora andante cadáver y de encontrar nuevamente el sol.

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