Tuesday, July 18, 2006

Time goes by so Slowly

I wrote this sort of Story to participate in a contest of stries. i konw it isn't soooo good, but i loved It.

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Time goes by so slowly

Las Ideas no podían salir de mi cabeza. Mis ojos estaban rojos de rabia y yo ahí sentado mirando a la nada el tiempo pasar. La velocidad que llevaba el tren parecía increíble. Tomaba horas de mi inconciencia llegar a la siguiente estación. Lo único que quería era volver. Pero ya nadie iba a haber. Llegaría a sentarme junto a la soledad que dejaste antes de irte. Todo parecía tan mortalmente inacabable que se traducía en desesperación al sentir tu voz cada vez un poco más lejos. Creía aún poder sentir tu mano apretando fuerte la mía contra tu pecho diciendo que te ibas. Había sido tan fugaz que mis ojos no alcanzaron a verlo pasar.
El túnel se hacía cada vez más interminable y tan oscuro como la infinitud que alberga el universo. Al fin llegamos. Una estación menos. La gente pasaba; iba y venía en su rutina normal. Yo sólo podía mirar incrédulo las suelas de mis zapatos manchados con la sangre de mi agonía. No podía pensar muy bien. Estaba tan atónito que olvidaba a veces el respiro que, con dificultad, ahora entraba y salía de mis entrañas. Mis manos temblaban y aún seguíamos en la misma estación. La gente parecía mirarme, pero por supuesto sus vidas eran más importantes que la mía. Hasta para mí había perdido el sentido después de todo.
Y difícilmente cobraba la razón. Se volvía cada vez más incómodo y espeso el viaje. Tan saturado y asfixiante de emociones y sentimientos opacados por la poca luz del vagón. Se hacía de noche y la ciudad lentamente comenzaba a cobrar vida. Solía ser todo muy ágil, pero en ese momento mi sangre parecía arena. Acabé por recordar todo lo que en algún momento dijiste. Y acabé por darme cuenta de que nunca le pude dar ese tiempo al tiempo del que tanto hablaste.
Pero todo seguía ahí. Quieto, ausente y solitario. Quería hacer tantas cosas… Correr… Quería bajarme luego de ese maldito tren que me llevaba directo al fin del sueño. Y de nuevo el oscuro túnel apagaba mi mirada cada vez más turbada de psicosis. En mí sólo había nihilidad y en mi mente sólo estaba la reminiscencia viva de nuestro beso marchito. Ahora sólo podía recordar. Recordar aquel jardín de verdes felicidades iluminadas por tus ojos azules. Aquel jardín que florecía con cada uno de los frescos aromas del verano… Qué irónico, ahora que lo noto estoy de nuevo en un túnel subterráneo.
Que horrible, me sentía tan impedido de incluso derramar una lágrima. Parecía en vano, pues esa lágrima no iba a arreglar nada.
Así continuaba el camino. Miles de metros llenos de amor y desdén. Miradas cruzadas que me llegaban como látigos de indiferencia y que caían como migajas de la misericordia. ¿Por qué no estaba ahí Morfeo para doparme en el profundo sueño del que no quería despertar?
Qué egoístas fueron las palabras de aliento que quedaron en ese momento en mi alma. La gente seguía transitando frente a mí, dejándome su pésame escrito en una sonrisa obligada que se la llevaba el mismo viento que se llevaba mis esperanzas.
Era mi siniestra agonía la que diluía la arrogancia en súplica cuando mis recuerdos volvían como balas con alas de mariposa. La noche se hacía presente por medio de las ventanas de la estación. Y yo aún no tenía nada claro. Dónde estaba, adónde iba. Sólo sabía que lo imposible era posible esa noche. Aún así nadie miraba como la luna olvidaba iluminar nuestras vidas con su brillo mágico y nocturno. El mismo brillo de las lágrimas de cristal que derramé en tu regazo. Mejor olvidar todos los secretos que encerraba el vagón.
La magistral incertidumbre que emitían mis manos era el producto de la punzante pena de mi corazón. Sin embargo finalmente se acababa el viaje, se acababa la angustia… se acababa el letargo de fantasía.
Y aún así cuando no podía salir de mi inconsciencia, encontré dos bellos ojos mirándome, llevándose las nubes y trayendo un cielo tan azul como ellos. Con una transparencia sobrecogedora que me podía mantener en pie, parecían querer decir algo, pero con angustia rápidamente miraban al suelo… Qué extraño sentir esa mirada sobre mí. Incluso con esas lanzas que me inyectaban adrenalina no podía creer que eras tú quien me miraba, ahí a mi lado, sin habla… matándome al mismo tiempo con tu silencio repetitivo. Tampoco podía creer que después de todo el daño que me infringiste yo aún te podía contemplar con todo el amor que te tenía.
... Por fin debía largarme. Nos acercamos como dos extraños con miedo e inseguridad. Y ese beso, ese último beso de despedida fue el que quedó grabado como el epitafio manchado que dejaste a mis pies, sobre mi sepulcro deslucido y gastado. Creo que con ese beso me di cuenta que por más que no quiera, el tiempo iba a terminar pasando igual.

¿Qué tanto tendría que esperar para ver de nuevo la luz del sol junto a ti y que la dicha de mi existencia volviera a mi alma?
Tal vez todo un eón o sólo un viaje en metro...

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